Arica ha de dejar de esperar soluciones externas y comenzar a forjar su propio destino. Con un puerto estratégico, fronteras dinámicas y abundante sol, la región posee los ingredientes para convertirse en un referente en energía, logística y turismo. Sin embargo, la dependencia casi exclusiva de la inversión pública ha permitido que el capital privado internacional opte por destinos percibidos como más seguros.
Un claro ejemplo de cambio en esta situación se observó con la incorporación de los primeros autobuses eléctricos a la ciudad. Este avance no fue obra de un único actor, sino el resultado de una colaboración entre el Gobierno Regional y pequeños empresarios del transporte que, juntos, aportaron recursos y capital para materializar el proyecto. De esta manera, se evitó la concentración de la gestión en grandes holdings y se optó por preservar la identidad económica local, abriendo además un espacio para la innovación.
El despliegue de esta nueva flota no solo moderniza el sistema de transporte urbano, sino que también ha generado empleo. La coordinación con el Consejo Regional de Capacitación y Empleo de SENCE permitió configurar programas de formación en electromovilidad para conductores, creando oportunidades laborales inéditas en la región, especialmente para mujeres. Así, la iniciativa demuestra que el modelo de coinversión público-privada puede traer tecnología, inclusión y desarrollo económico.
La experiencia de Arica evidencia que depender de decisiones foráneas resulta contraproducente. Las determinaciones emanadas desde Santiago rara vez reflejan la realidad y necesidades de la ciudad. Por ello, es imperativo que los parlamentarios y autoridades regionales impulsen estrategias y soluciones propias, transformando la voz de la comunidad en acciones concretas. Este es el espíritu del ariqueñismo, que apuesta por un desarrollo autónomo y sostenible.
Dentro de este marco, resulta necesaria la implementación de un Fondo de Coinversión Regional. Dicho mecanismo permitiría que la región, a través de sus recursos públicos, aporte el capital inicial que minimice el riesgo, atrayendo inversiones tanto nacionales como extranjeras en sectores clave como las energías renovables, la agroindustria, el turismo patrimonial o la logística portuaria. La lógica es sencilla: cada inversión pública tiene el potencial de generar más empleos, innovaciones y crecimiento económico.
No se trata de solicitar subsidios adicionales o privilegios desde el centro, sino de que Arica se convierta en un actor decisivo de su propio desarrollo. Al dejar de considerarse una región “extrema” y posicionarse como pieza central en la estrategia de Chile hacia el exterior, se cumplirá con el desafío de que, cuando la región apuesta primero, Arica gana.
Autor: Jorge Rojas